El director de la carrera de Derecho, Oscar Sumar, redactó una columna de opinión para el diario Gestión, sobre el “libre mercado” que tiene protagonismo en esta crisis mundial. Además, menciona cómo esta idea es ejecutada en países desarrollados, en donde tienen los mejores servicios de salud y la prevención es decisión de cada ciudadano. ¿Podrá el libre mercado ayudar en estos tiempos de crisis?
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‘Para muchos liberales, este “encierro” viene siendo una pesadilla orwelliana -descontando el hecho de poder pasar más tiempo con nuestras familias. Nunca antes en nuestras vidas, hemos tenido restricciones como el toque de queda (en tiempos de paz); hace muchos años que habíamos olvidado las regulaciones de precios (solo las vemos de lejos, en Venezuela) y los salvatajes económicos eran algo excepcional. De igual forma, nunca la idea de hacer crecer al Estado, especialmente estatizando el sistema de salud, fue tan bien vista, como ahora.
El “libre mercado”, como idea que informa las políticas públicas, ha sido relegada a la categoría de “inútil en tiempos de crisis”; con la consecuencia probable de afectar su credibilidad en el largo plazo. Los que conocemos sus ventajas frente a otros sistemas, quizá no estamos remarcando suficientemente la utilidad de las libertades personal y económica, para lidiar con una crisis como ésta. Mencionaré tres aspectos de esta crisis que podrían ser abordados desde la perspectiva del libre mercado, arribando -probablemente- a mejores soluciones que mediante la alternativa intervencionista.
Primero, hay que reconocer que estar en cuarentena es ahora la norma. Sin embargo, países como Suecia son la prueba de que se puede lograr el mismo objetivo, sin obligar a las personas a quedarse en casa. A la gente en Suecia se le da la chance de quedarse en casa o seguir sus vidas normalmente (solo se han cerrado secundarias y universidades). El resultado, al menos hasta el momento, es que ellos han adoptado medidas de distanciamiento social de forma espontánea, pero menos estrictamente, comparado con otros países. El epidemiólogo del gobierno, Anders Tegnell, dijo en una entrevista que “Les damos la opción de hacer lo que es mejor para sus vidas. Eso funciona bastante bien, de acuerdo a nuestra experiencia”. (Para conocer más sobre el caso de Suecia, recomendamos efusivamente este podcast).
Esta forma de afrontar el tema no solo puede lograr los mismos resultados, sino que es inherentemente superior, dado que las personas siguen siendo responsables de sus vidas; los daños a la Economía se reducen; y, se beneficia del link que existe entre “confianza” el funcionamiento del mercado. Adicionalmente, como lo han dicho algunos estudios (reporte de ICL), es probable que un grado de infección no solo sea necesario, sino “deseable”, a fin de lograr la inmunidad colectiva (herd immunity).
¿Es este modelo replicable a realidades distintas a Suecia? Lamentablemente, nunca lo sabremos. Es cierto que Suecia tiene mejores servicios de salud que la gran mayoría de países y también tiene una población más homogénea y educada. Sin embargo, la pregunta se mantiene: ¿el gobierno sueco confía en sus ciudadanos porque son responsables o estos son responsables porque su gobierno confía en ellos?
Segundo, la mayoría de policymakers están de acuerdo en que la mejor alternativa para combatir el virus es hacer testeo masivo y luego vigilar el movimiento de los infectados. Al mismo tiempo, existe un desabastecimiento de kits de pruebas, entre otros productos. En un escenario así, es incluso más imperiosa la necesidad de relajar regulaciones que impidan o dificultan la entrada al país y compra de medicamentos. En USA, por ejemplo, la Food and Drug Agency ha relajado las normas sobre pruebas de nuevos medicamentos, ante la necesidad de sacar más rápido al mercado medicamentos o kits de prueba.
Tercero, ligado al punto anterior, existe la cuestión sobre la legalidad o constitucionalidad de usar datos personales para hacerle seguimiento a infectados. La mayoría de los países maneja una política restrictiva (importada de Europa), que previene el uso de información personal por parte del gobierno o empresas privadas. En nuestra legislación, se requiere el consentimiento previo, pero usando una serie de formularios que asemejan más un trámite gubernamental que un contrato. Los datos no son vistos como “bienes”, sino como derechos fundamentales. Esta aproximación “constitucional” basada en derechos, va a imponer un costo a los países, dificultando el testeo y seguimiento.
En el otro extremo tenemos a países asiáticos, como China, donde los derechos de privacidad casi no existen. Sin duda, esto es ventajoso para una crisis, pero no es una aproximación compatible con nuestros valores democráticos. Una vez más, la aproximación del libre mercado aparece como mejor equipada para lidiar con una crisis como ésta, preservando el valor de la privacidad, pero al mismo tiempo siendo suficientemente flexible en el uso de data, al tratarla como un bien más, sujeta a contratos. (Para una discusión sobre los distintos modelos de protección de datos, ver aquí). Es argumentable, además, que ceder parte de nuestra privacidad puede ser la solución más compatible con la libertad en esta crisis. En este artículo, se expone la superficialidad de las teorías que pretenden darle un valor absoluto a la privacidad.
Esta crisis es un test no solo para nuestras vidas, sino para el valor de nuestras ideas políticas, como la democracia y la economía de mercado. Como pueden ver, la “aproximación del libre mercado” se mantiene vigente, incluso en tiempo de crisis.