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En la actualidad cada vez contamos con más evidencia de las funciones de la flora intestinal en nuestra salud. Hace unos pocos años, el término “flora intestinal” se ha sustituido por el más amplio, “microbiota”. Se calcula que la microbiota (vive en un 95% en el intestino) contiene unos 100 billones de microorganismos vivos que suponen entre uno y dos kilos de nuestro peso de adultos y viven en constante cambio, condicionados por aspectos tan variados como la dieta, la higiene, el consumo de antibióticos o el estrés.

Al hablar de la relación entre el microbiota y la enfermedad de Alzheimer destacan los hallazgos publicados en la revista Neuroscience, la cual reportó que un gen asociado con el riesgo de la enfermedad de Alzheimer influye en el microbiota intestinal de los ratones, lo que potencia una nueva estrategia de tratamiento.

Así mismo, los investigadores Mohajeri, H & Cols., mencionan la importancia de consumir bacterias productoras de butirato, un ácido de cadena corta que se origina como “fruto” de la digestión de algunas bacterias que nos ayudan a formar una barrera protectora en el intestino. Estos autores mencionan que en modelos animales con la enfermedad de Alzheimer el butirato mostró tener efectos positivos en la mejora de la memoria; también se manifiestan resultados prometedores al suplementar a pacientes con Alzheimer con leche con probióticos, observando después de 12 semanas mejoras en la función cognitiva.

Ante estas evidencias sugerimos que además de los tratamientos médicos se debería incluir el tratamiento con probióticos y prebióticos a fin de contribuir a frenar el deterioro neurológico en estos pacientes.

Los probióticos son bacterias o levaduras que están presentes en alimentos, medicamentos o suplementos dietéticos; desde el punto de vista científico y estricto, el término probiótico debe reservarse para aquellos microorganismos vivos que han demostrado su beneficio para la salud en estudios realizados con personas. Los probióticos que se utilizan con más frecuencia son los pertenecientes a las especies Lactobacillus y Bifidobacterium, siendo los primeros los que más se han empleado durante años para la conservación de alimentos mediante la fermentación, como es el caso de la leche al fermentarse para producir yogurt.

Los prebióticos constituyen “el alimento” de los probióticos; que son un tipo de hidratos de carbono (una “fibra especial”) que nuestro sistema digestivo no es capaz de digerir; son fermentados en el tracto gastrointestinal y utilizados como “alimento” por determinadas bacterias intestinales.  

La enfermedad de Alzheimer constituye uno de los mayores retos para la sanidad global, la investigación del efecto de los probióticos para la mejora de la cognición y la mejora de la calidad de vida de estos pacientes es un reto y aún queda un largo camino por recorrer; sin embargo, consideramos que el consumo de prebióticos y probióticos es una alternativa saludable que debería formar parte del tratamiento de esta enfermedad.